Erase una vez un pequeño reino que se encontraba en dificultades, desde algunas décadas atrás muchas personas emigraban al poderoso país vecino para buscar sustento, ya sus campos no producían y frecuentemente eran azotados por inundaciones y diversas plagas, su comercio era progresivamente devorado por la competencia extranjera en tratados ventajosos, sus fabricas eran propiedad de una nobleza ignorante, inmoral con ambición de riqueza sin límites y en no pocas ocasiones tenían dueños extranjeros, su rey usurpo la corona, los bufones pasaron de labores de entretenimiento a ser sus consejeros, con una marina que no navegaba pero fustigaba al interior del territorio, un ejército que no defendía fronteras ni soberanía, pero si intereses particulares, por si esto fuera poco enormes dragones sembraban el terror con sangre y fuego en todas las provincias y ciudades.
En este marco de desolación vivía Justina también conocida como la suprema cortesana, por su habilidad para arreglar desamores, confortar inconformes, interpretar los sueños, y apaciguar los ánimos de los siervos para beneplácito de sus amos. Claro que sus servicios eran costosos, el arte de embellecer lo horrendo, de justificar la brutalidad, de torcer y destejer los hilos es difícil, le costó revisar enormes volúmenes, quemarse las pestañas a la luz de las velas la mayoría de las veces en monasterios oscuros y alejados, donde aprendió el difícil arte de maquillar la verdad. Pero valía la pena, algún día se retiraría de tal inmundicia con una riqueza fabulosa y un sueldo vitalicio de ensueño.
Su fama se la gano a pulso por redimir tiranos como quienes fulminaron lo más bello del reino que se atrevió a soñar con una vida distinta, por interpretar a su modo la caída del aplausómetro un aparato que otorgaba o negaba la corona, por aceptar que la muerte de un príncipe heredero fuera obra de un obrero violento y no un complot de la rancia nobleza, estos hechos entre muchas otras acciones la hicieron dura, insensible, determinada, atrás quedo la soñadora que deseaba actuar con justicia y equidad, quedando solo el personaje frio, con aire de solemnidad pero con un hedor a podredumbre por su falta de aseo y malos hábitos, no obstante el sobrenombre que le otorgaron lo portaba con descaro, como burla a la comunidad que la despreciaba anota al margen de sus decretos su puesto y nombre: Suprema Cortesana Justina Naila solo con sus iniciales SCJN.
Todos en el reino recuerdan algunas de las últimas hazañas de su arte:
Mando como embajador a la China el príncipe que había sido elegido rey por el aplausómetro recién reparado, con todo y su aplauso por aplauso y chiflido por chiflido.
Desestimo los reclamos de sindicato metropolitano de serenos y faroleros que les quitaron su trabajo argumentándoles: Tomad el pescuezo, el huacal y la molleja de la gallina o les tocareis puros huevos.
Acepto que fue cierto: el rey presume falsa filantropía para ganarse aplausos, pero fue sin querer queriendo como dice la frase de unos de los bufones más famosillos, y por lo tanto es pecado menor.
Amparó en sus negras enaguas a los mercaderes de pan rancio, frituras grasosas, agiotistas, lodos para construcción, a las dos empresas de bufones de la d-inversión, entre otros mercachifles para no pagar impuestos ya que eso es obligación de los siervos que consumen el aire que es de todos.
Determinó que los dueños de las minas del reino actuaron buenamente al no tener medidas de seguridad garantizándoles a los mineros un sepulcro seguro, donde no pudieran extraer sus cuerpos alterando su eterno descanso. Con firmeza determino: Los familiares son unos malagradecidos, por tanto: devolved de inmediato las minitas a sus pobrecitos dueños, si es necesario usad la fuerza.
Así actuaba Justina, castigando quienes intentaban cambiar lo establecido, quienes pretendían defender lo que creían suyo, pero ante sus ojos no lo era, defendiendo aquellos hombres que tenían un cuello blanco y por tanto no era posible tuvieran mancha alguna, jugando vistosas piruetas con las leyes y el delito, realizando de cuando en cuando para no parecer insensible o inhumana su movimiento estrella, como en la ocasión que con gran solemnidad decretó:
“Es válido que algunos nobles permitan a las mariposas actuar como seres vivos, cuidar a los capullitos que otras abandonan, tener derecho a la protección de la ley para su conservación y preservación”
Ooooooh alguna gente se maravilla, celebra la decisión -¿en verdad estará cambiando? Se preguntan, sin embargo los inquisidores famosos por su gran crueldad y su corto entendimiento se rasgan las sotanas, reclaman a la cortesana que no actúe conforme a su estricto guion, argumentan que fue cebada por aquellos nobles, no entiende su juego de estos últimos, ya que la primera lucha por su credibilidad y los segundos por la simpatía del aplausometro, trabándose momentáneamente en una comedia ridícula con un fin aún más.
Sin embargo los dragones en el reino continúan haciendo estragos, a la gente por otro lado ya no la divierten los bufones, no la convencen los alquimistas, ni respeta a la nobleza, y entonces un día, cuando Justina envuelta en su típico traje oscuro pretende llamar al orden y dar indicaciones, es ignorada, le lanzan jitomates y huevos podridos, esto resulta ser más de lo que su enorme orgullo y su disfuncional corazón pueden soportar sufriendo un infarto que la priva de su vida, sus hijos la lloran, sus protegidos la extrañan, pero no hay remedio la suprema cortesana a muerto y es momento de buscar una nueva opción.
Moraleja: Quien henchido de orgullo y poder se olvida de las circunstancias, motivos, hechos, personas que lo llevaron el sitio donde esta, el desprecio y abandono tarde o temprano lo liquidan.
Esto puede suceder hasta en las mejores familias y en todos los reinados por pequeños a grandes que sean, como le sucedió a un tal Modesto Perfecto pero esa es otra historia…….
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