lunes, 7 de junio de 2010
LOS BORREGOS DE MI PUEBLO.
Por esta ocasión no voy hablar de los animales lanudos, ni de los hombres sin ideas propias, noooo lamento decepcionar a quien así lo haya pensado, me voy a referir a una de los vegetales comestibles que acostumbramos algunas personas de esta región del país, y que en lo personal me parece un alimento bastante saludable y que si bien es cierto tampoco es delicioso, si puede presumir de un sabor bastante agradable.
Este comida no puedo asegurar si socialmente hablando fue o es de pobres o ricos, que yo sepa en mi pueblo lo mismo lo acostumbran personas pobres o de posición económica favorable, aunque es evidente que su consumo ha disminuido considerablemente en las últimas décadas con la patológica popularidad de la comida “moderna”, felizmente para los que aún conservamos la tradición son mas arbolitos los que se encuentran disponibles y sufren menos maltrato al conseguir los hermosos “borreguitos”.
Solo se pueden encontrar con las primeras aguas del temporal, poco más o menos entre los meses de mayo y junio, cuando brotan unos hermosas hojitas chinitas, aborregadas, válgase la expresión que por su aspecto tierno y fresco nos las codiciaría el más exigente de los chivos de la región. Es entonces cuando debe cortarse junto con la varita que los sostiene, procurando no dañar el arbolito, el cual resiste bastante bien el peso de cualquier angelito que quiera subirse a cosechar sus bondades; cuando la rama ya presenta flor, es tarde, el vegetal ya no sirve pues ya no se obtendrá en sabor, aspecto y consistencia nada parecido al platillo original. Es importante mencionar que el momento idóneo para realizar el corte, es con la frescura de la mañana para no alterar sus cualidades.
Se coloca en fuego lento a hervir una olla de agua con cebolla y sal al gusto, al mismo tiempo que se despega de la varita la finas hojitas que se encuentran enroscadas, (nada de hojas maduras o fragmentos de rama que pudieran atorarse en la garganta), posteriormente se pica con un cuchillo y se agrega a el agua que para entonces ya se mezclo bastante bien con el sabor de la cebolla y la sal, presentando un espectacular burbujeo, por lo cual se debe mover constantemente, este último paso dura entre 3 y 5 minutos.
Al final del proceso se aprecia un platillo sencillo pero que a la vista aparece con un color verde brillante bastante llamativo (si se torna amarillo algo falló), con una consistencia caldosa bastante agradable, y con un aroma a fresco difícil de describir, pero fácil de disfrutar. Mejor aún no produce gases, no cólicos, no sensación de pesantez, pero si un efecto relajante y que favorece una buena digestión que no lo iguala cualquier sopa o crema por mucho abolengo que tenga.
En fin, por mucho no me considero un conocedor del arte culinario, pero en nuestra región existen platillos muy interesantes, que vale la pena preservar, conocer y consumir, ya que mucha de la idea moderna de la alimentación no es solo errónea, también peligrosa. Y moraleja: No solo de carne vive el hombre, ni de promesas la mujer. Ahí sta´ pues.
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