Son tiempos de fiesta, el rancho “los frijolones” cumple uno de tantos aniversarios, pero los pobladores no salen a divertirse, cuando menos no como estaban acostumbrados, -ya ni un pokersito se puede jugar a gusto, el clima esta tan caliente que hasta parece que los jacales se prenden solos- aseguran las gentes.
En plena media noche esta el pueblo como cementerio, su aspecto lúgubre se torno aterrador en los últimos meses, porque antes la gente generalmente moría de lombrices, de parto, de ahogados o hasta aplastados por un árbol o una piedra en el tiempo de aguas, y esos muertitos no daban miedo, el pueblo se había acostumbrado a ellos, pero ahora aparecen descuartizados, desmembrados, como si el nahual se empeñara en hacer padecer de mas a la victimas de su apetito, por eso da miedo, pero el presidente municipal ya ni se preocupa del caso, es mas muchos aseguran que tanto el cómo sus regidores también son nahuales.
Lo duendes perversos danzan en círculos, se gruñen y amedrentan unos a otros, actúan sus escenas en dos cámaras llenas de lujo, con objetos robados a los pobladores, y al final departen de una cena especial que consiste en cerditos cebados aderezado con lagrimas y sudor humanos.
El innombrable se aparece en la plaza, es el mayor de los demonios conocidos pero no el único, no hace mucho tiempo regalo grandes poderes al nahual mayor quien ahora es dueño del único teléfono del pueblo y otros negocios no menos rentables y únicos en su tipo.
Las dos brujas del pueblo, de apariencia hermosa, pero putas como ellas solas, están trabajando en sus enormes calderas, donde burbujea un brebaje con uñas de gatas, colmillos de perro, miados de zorras, pitos de grillos y otros ingredientes igual de extravagantes y raros, formando vapores que salen como blancas señales de humo que mantienen en un estado de sopor a la gente, quien además de apacible, esta temerosa, obediente, resignada….
Los ricos del pueblo están preocupados, tienen preparado urgente viaje, sus enormes culos listos para saltar a los negros carruajes y ponerse a salvo, pero increíblemente no temen a los viejos nahuales, que son ellos mismos, tampoco a los demonios de quienes tanto favor han tenido, es alguien más... que vendrá al final de la noche.
Es un temible fantasma, ese que vino puntualmente cada 100 años en los dos pasados siglos, el que camina descalzo por la calle, arrastrando cadenas rotas que agita con furia, exhalando fuego por su boca sedienta, arrastrando en un torbellino de furia y venganza a pobres y ricos, altos y chaparros, valientes y cobardes, güeros o prietos.
Más tarde, cuando la esperado se cumple es impresionante ver en la oscuridad las llamas enormes, parejas como la muerte misma, que a todo le llega, que nada desprecia, ni olvida, devorando haciendas y orgullos, calabozos y abusos, pendejos y culeros. El fantasma insaciable recorre el poblado de cabo a rabo satisfaciendo su enorme espera y apetito.
Es de madrugada, la gente no llora por qué no le quedan más lágrimas, ni tampoco tiempo que perder, pronto saldrá el sol y la semilla de maíz brotará en las tierras de un pueblo que esta vez intentará no volver a olvidar sus vivencias pasadas.
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